22 diciembre, 2010

La RAE es cosa de hombres


Con el cambio de director que se llevó a cabo el pasado 9 de diciembre, se ha vuelto a vivir una situación que se repite desde años atrás, y es que la dirección de la RAE es cosa de hombres. En tres siglos, solo siete mujeres, con Puértolas, se han sentado en sus asientos.

Hace unas semanas, la Real Academia de la Lengua Española (RAE) hizo de "puente entre el siglo XVII y el XXI poniendo al mejor Cervantes al alcance de la plataforma audiovisual de Google". Sin embargo, la RAE, en muchos otros aspectos fundamentales, no ha entrado todavía en el siglo XXI ni ha hecho ese puente entre el pasado, el presente y el futuro.

La búsqueda del sucesor de Víctor García de la Concha ha resucitado la pequeña polémica que siempre envuelve esta elección. Si bien es cierto que los candidatos al puesto son todos los que no superan los 78 años, en la historia de la RAE, solo siete mujeres, frente a más de 1.000 hombres, se han sentado, o se van a sentar próximamente, en uno de los 46 sillones de los que consta la RAE desde su fundación en 1713. La fallecida Carmen Conde (1979) fue la primera mujer académica. Habían tenido que pasar casi tres siglos para que ingresara una fémina en esta casa. Le siguieron la también fallecida Elena Quiroga (1983), Ana María Matute (1996), la historiadora Carmen Iglesias (2001), la científica Margarita Salas (2002), y la filóloga Inés Fernández Ordóñez (2008), electa. La escritora Soledad Puértolas (2010), será la mujer número siete en ingresar en tan noble institución.


Con el nuevo presidente, José Manuel Blecua, se vuelve a demostrar que en el estrado de tan digna institución, prácticamente solo ha habido hombres, alrededor de una cuarentena, los "sabios académicos", y tan solo tres mujeres: Ana María Matute, Carmen Iglesias y Margarita Salas. Algo insólito en estos tiempos, en que la mujer ha alcanzado, o está a punto de alcanzar -por lo menos en las instituciones públicas- su igualdad con el hombre en todos los tramos del poder. En definitiva, de ser tanto unos como otros, personas sin más etiquetas ni discriminaciones.

Y es que la modernidad no ha llegado todavía a la Real Academia. La desigualdad es escandalosa.
Quizá es que las mujeres "seguimos siendo invisibles", como respondía la académica electa Soledad Puértolas en una de las entrevistas que le hicieron cuando ingresó en la institución, "lo que sucedió en el pasado es comprensible, pero ¿cómo se explica la apabullante inferioridad numérica de mujeres en 2010?".
Al parecer no hay filólogas, ni escritoras, ni investigadoras, ni filósofas o científicas del lenguaje con conocimientos y categoría semejantes a los de los académicos. Será mejor no citar nombres, pero a nadie se le escapa que mientras disfrutan de un sillón algunos que apenas han dejado huella en el noble arte de la palabra, muchas mujeres sabias no lo alcanzan y algunas ya nunca lo alcanzarán como son Pardo Bazán, María Moliner, Rosa Chacel, María Zambrano, Carmen Laforet, Carmen Martín Gaite, etc.

Para terminar, podríamos decir que algunos académicos de excelencia deberían actuar como parece ser que lo hizo nuestro ilustre escritor Julio Caro Baroja, que después de ver el panorama que ofrecía la Academia por dentro, una vez hecho el discurso de entrada, pidió rápidamente a quien correspondiera que, por favor, se le asignara cuanto antes un día para leer su discurso de salida.
En fin, para ir acomodando la RAE al siglo XXI, propongo que los dos sillones vacantes, que se han de cubrir muy pronto ("Z" de Francisco Ayala, y "e" de Miguel Delibes) lo sean por dos mujeres.

0 comentarios:

Publicar un comentario